Razones para vivir I/XIII

Arropado en una fría noche





Yace un blanco clavel maldito
Haciendo que un amor aceche
Pero jamás quede escrito

En la noche espero, paciente
Resguardándome de todo mal
Oteando la hora de mi muerte

Dando mi vida por mi amor
Sin darme cuenta del destino
Desde el negro bosque de pino
Que viene a por mi sin clamor


Yo solo sentía mal de amor, ella estaba lejos. La parca acercaba su guadaña a mi cuello. La miré no le temía, le dije que acabara con mi sufrimiento, si ella no me amaba, mi vida no carecía de sentido.
-Mátame, dame el descanso eterno.
La sombra apartó la guadaña.
-Lo deseas, deseas morir, yo puedo hacer que tu “vida” sea eterna y hacer que estés con tu amada.
-Si no vas a acabar con mi vida, te pido un último intento por reunirme con mi amada.
-Te daré el poder absoluto, pero tu deberás saber tus proos y tus contras.
La parca acercó su boca al cuello del joven atravesando con sus colmillos la piel, dándole el don de la inmortalidad. El abrazo de la parca.

Más tarde, desperté, ella me había dicho que ahora le pertenecía, pues me había convertido en un Vástago más de los suyos. Mentí, le dije que estaba enamorado, aunque no sea así, en ese momento no la conocía, ahora si lo ago y no me arrepiento de haber mentido a la mismísima muerte para estar a su lado, ahora mi vida es su vida y mi corazón su corazón.